** FIESTA PATRIA EN EL PUEBLO
* La escarcha todavía se mantenía como blanco
testimonio de lo que había sido el despunte del
alba. El sol del veinticinco iba desperezándose con
lentitud entre las ramas, cuando las descubiertas
rodillas de las chicas de quinto año se destacaban
moradas bajo el almidonado guardapolvo. En ellos
brillaban casi desafiantes las solitarias escarapelas
de cintita nueva con que las madres los habían
ornamentado cuidadosamente.
* Los varones a veces estrenábamos
zapatos, pero en la enorme mayoría de los casos
solamente nos daba el cuero para rendirle honores a
una nunca bien ponderada latita de betún
negro, olvidada por meses y meses en algún cajón de la
mesada. Lo cierto es que el brillo que no se lograba
durante el resto del año se juntaba a mares en
aquella soleada plaza otoñal poblada tan solo por
un rato. Los dientes, apretados por sistema,
castañeteaban descaradamente con el frio
atenuado en parte por el cansino movimiento de un
desfile blanco que era la antesala del acto .El lento
taconeo, multiplicado por cientos, iba poniendo en
marcha -entre toses y algunos estornudos frenados a
tiempo- la tradicional fiesta patria en el pueblo.
Primero el Tedeum, desarrollándose con toda la
solemnidad que la fecha requiere y en donde se daban cita una a una
las autoridades del pueblo: cura, juez de paz, policías vistiendo uniforme de gala y un
intendente de gestos ampulosos rodeado por su propia banda de genuflexos. En los bancos posteriores,los otros personajes infaltables : esos enanos
locos vestidos con delantal blanco que
llegaban con los pliegues de la almohada todavía
dibujados en la cara.
* Los de la secundaria por una calle y la primaria por
otra, todos confluyendo en el centro de la plaza,
al lado de San Martín, como reverenciando la figura
del prócer máximo, que al decir de algunos mocosos de
la época conservaba todavía erguida su "empanada en
la cabeza".
* Allí, entre las ligustrinas que alguien se había
tomado el trabajo de podar como con regla, estaba
emplazado el clásico escenario de madera celeste y
blanca donde el eterno y tradicional Edelmiro
mezclaba palabras emotivas con vestigios de un Himno Nacional maltratado que se
desangraba apareciendo siempre por dos chillonas
bocinas que se acoplaban una y mil veces para nuestros desgraciados oidos.
* En ese marco se podían ver
bostezos en el palco, escuchar a alumnos recitando
cosas de grandes y a maestros vocalizando como chicos
empleando palabras como la “liuvia” del veinticinco o “aquelios”
hombres del Buenos Aires colonial por ejemplo. Nuestros jóvenes
ojitos distinguían a voluptuosas negras mazamorreras de cotillón compartiendo
la escena con la gente de alcurnia de la época, y a exagerados
bigotes y patillas de corcho quemado haciendo
resaltar prolijas galeras de cartulina negra bajo los
clásicos paraguas de un mayo de revueltas.Los Cisneros, los Laprida, aquellos legendarios Saavedra o Mariano Moreno estaban en boca de los concurrentes. Todos
veíamos gesticular a estos personajes en medio de
aquellos históricos ataques de risa que también
formaban parte de la tradicional fiesta maya. Habrá
alguien que no se haya tentado alguna vez en el acto
de la plaza hasta ponerse colorado?
* Siempre había algún gracioso por ahí atrás que con
voz de soprano harto desafinada entonaba: ... oid
mortales, la panza se me sale .. o ... Febo asoma,
punto y coma ..." ante el rostro colorado de la
maestra que -entre bronca y vergüenza- hacia
esfuerzos sobrehumanos por frenarlo y, por que no
decirlo, también aguantar su propia risa.
* Fueron tradición también los versitos aprendidos de
memoria por nenitas de preescolar y hasta era normal
que lloraran hasta quedar palmadas cuando el miedo seco y tricionero
les robaba la letra. Era previsible; arriba del
escenario y con toda esa gente mirando no se podía
reaccionar de otra manera. Aparte, a esa edad poco era
lo que se había estudiado de Historia Argentina. La generalidad de los pibes carecía de conocimientos acerca del significado de las
palabras congresal, diputado, independencia y otras por
el estilo. Aunque a decir verdad -y que esto quede entre
nosotros- muchos llegamos grandes y pasamos por el
mismo trance.
* Lo cierto, es que el paso de los años y los insípidos
vientos de cambio imperantes en la patria hacen que
uno se aburguese, ponga un poco mas de frío a sus
híbridos sentimientos y esconda la cabeza en la
almohada mientras los chicos, en la penumbra de la
habitación ornamentada con motivos foráneos, se colocan silenciosamente la escarapela
de hule.
* Será que los problemas cotidianos impiden volver
atrás el reloj como para acordarnos de lo lindo e
inocente que era todo aquello. Cuando las calles del
pueblo destilaban tierra a troche y moche y nuestros
únicos héroes infantiles eran tipos de carne y hueso
que tenían una innegable apariencia humana, que no es
poco.
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