** PERFIL POBLACIONAL DE BIGAND
Diría la crónica fría, enteca y saturada de números que Bigand, en el sur santafesino, es una población que cuenta con mas de cinco mil almas y fue fundada el 15 de julio de 1909 por un hacendado de ascendencia gala, empecinado él en convertirse en pionero.
Muchas cosas han de ser reflejadas por la crónica helada y saturada de cifras.
Hablará de las tierras, se perderá en quintales, y mencionará casi con precisión de orfebre cantidad de cabezas, kilómetros de alambre y hasta habrá de explayarse
en la lluvia caída desde un siglo a esta parte. Pero quizás muy poco mencione de su gente, de la gente del pueblo, de nuestra propia gente, esa que a contrapelo de los tiempos de cambio y a manera de sombra de los buenos pasares
que fueron la constante en otras latitudes fue pariendo entre piedras.
Y nacieron rústicos hijos de la tierra ardiente, de una tierra virgen y empolvada por el viento del norte, entre pasturas fuertes, entre cardales toscos, entre trigales de oro
cuando ni el mas osado mencionaba la soja.
Era el Bigand de siempre: una incipiente cresta en esta inmensa llanura que tenemos por patria.
Y su gente nació del vientre apretujado de mujeres bruñidas como el bronce candente, hembras que acompañaron a los tipos valientes
en luchas desiguales por la supervivencia.
Así nuestros abuelos, a los que muchas veces miramos de soslayo
devanar su tranquito pausado, gambeteando apenas, con arrastre cansino
la baldosa floja de la vuelta de casa, entonando sin voz aquella vieja canzonetta deformada ya por los años que hasta alteran el compás en tiempo y forma,
vieja canzonetta que supo traerlos de allende los mares y hubo de acompañarlos como fiel parte suya, cuando sólo su vocación de gringo los mantenía estoicos,
cristalizando la reja del arado mancera con trozos de corazón, con restos de lágrimas
que fueron insertando a su querida patria ínfima en el seno de esta invalorable pampa gringa que nos tocó en suerte.
En esa insólita mixtura donde jamás se retacearon sentimientos dispares
como el amor y el llanto, dolor y la esperanza, temor y desconcierto
comenzaba a engendrarse este incipiente pueblo en donde casi siempre cae el agua de a sorbitos. Este pueblo hermoso, pueblo de calles anchas, pueblo bien conformado. con ambiciones algo mas complejas
que esperar del cielo la gota salvadora de una buena cosecha.
Pueblo que mi gente, nuestra gente, administró con su empuje a lo largo del siglo
y se vio reflejado en tangible progreso donde andar es futuro y recordar, la causa.
El alma de mi gente emite sus pulsiones en los rayos endebles
de aquellas bicicletas que por llegar a tiempo, antes de la campana de la doscientos quince, van devorando barro por las calles de afuera.
Y se apersona en los momentos duros cuando las frías escarchas mantienen su evidencia cual blanco testimonio del despunte del alba
y entre muecas ambiguas, sazonado en blanco, va un obrero a la fábrica.
Tampoco dará cuenta la saturada crónica de que mi gente vive, se solaza y ensancha
un hermoso futuro en rojo y amarillo que siempre gana altura y repta por sus calles,
trepa por los aromas a mandarina de las casas mas viejas
y se mimetiza con los soles mañaneros de la plaza San Martín.
Ese futuro promisorio que la distancia añora y lo disfruta como quien sorbe gotas de un licor tan añejo como la vida misma.
Tampoco han de entender las cifras trasnochadas de las vicisitudes que ha debido afrontar aquel peoncito humilde que entre ladrillo y portland, arena y agua estanca, entre mezcla y andamio va desgranando sus horas de albañil a la fuerza
que alguna una tardecita del noviembre pasado
se apersonó con bolso exiguo y desflecado, trayendo entre las zapatillas rotas
aquellos últimos resabios de tierra polvorienta de su querido Chaco
y encontró en nuestro pueblo, en este Bigand sureño su lugar en el mundo.
Un lugar en el mundo que creo todos quienes estamos aquí
hubimos de encontrar algún día. Un lugar en el mundo al que en lo personal
- y lo reconozco- le debo una asignatura pendiente: la de hacer abstracción de nuestros propios problemas cotidianos y brindarle el homenaje que Bigand se merece, porque
sé desde siempre que el espíritu de mis escritos se ufana de contestatario
y que pretende emplazar con simples utopías la necesidad de prestar su ronca voz
a quienes no la tienen. Pero debo aclararte al día de hoy, pueblo querido,
que me traicionan los sin tierra, me falsean buenamente los de abajo,
los que luchan a destajo por un trozo de pan cada vez mas lejos de la gloria.
Me traicionan en el mejor sentido de la palabra a la hora de plasmar en pocas líneas
la febril esencia de este amor inquieto.
Es mi humilde modo de pedirte disculpas. Tal vez suene a excusa, o quizás no llegue a convencerte del todo mi precisa forma de encarar las cosas.
Pero ellos aparecen, giran en derredor de mis ideas y se plantan cual mojones de carne que limitan mi tosco romanticismo a la hora de escribir nada mas ni nada menos,
tierra querida, visión entrecortada de mi mas tierna infancia, pueblo pequeñito
de mis primeros golpes,cuánto te quiero.
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