lunes, diciembre 12, 2005

** AMIGO



Muchas veces se dice, y quizás con un dejo de razón, que el amigo de todos no es amigo de nadie. Pero así como tallan lugares comunes de ese tenor para limitar, radiar o defenestrar el sentido de la amistad existen otros innumerables, bellos, tangibles que no hacen otra cosa que congraciarnos con esa fiel institución, que sin dudas funciona como el combustible que mueve los motores del mundo: un amigo. Quién puede negar que un verdadero amigo es la antorcha que ilumina esa oscura caverna donde hibernan apilados los sueños incumplidos, que es el soplo de aire fresco necesario para calmar en parte el sofocón de una vida pesada, que el verdadero amigo está en el brillo de un sol dominguero en la plaza del pueblo, está en el diapasón de una tosca guitarra que desafina versos tras cada primavera. El verdadero amigo existe en el contorno elíptico de plateada mojarra bajo el viejo puente de las esperanzas, donde solo se apoyan las canillas chuecas de una infancia pobre. Está en el pucho compartido y en esos trece años que giran por los aires como una tórtola de vuelo distendido. Se encuentran los amigos en cada madrugada de la loca bohemia, ante lo impredecible que se puede hallar tras el portón tramposo de un tugurio bailable, o en el trago exagerado y un poco vergonzante que riega con sus vahos cada real conjunción de asado y ensalada. Los amigos encallan en ese mate amargo que nos quema los labios, en el pícaro pase que lo dejo pagando a aquel marcador de punta rubio, grandote, con cara de asesino que alguna vez te marcó los tapones a la altura del muslo, te acordás? Están en el perfume grasiento de una buena fritanga de tortas sedientas de lluvia vespertina. Están en ese gesto que a fuerza de paciencia supo acomodarnos los cables cada vez que la minita de al lado nos dejaba de seña en la puerta del cine... Viven entre el recuerdo de aquellas flacas bicicletas que devoraban barro por las calles de tierra, Y en esa secundaria de contagiosa risa y estudio recortado que capturó de pronto un rabo de inocencia y diplomó de piola nuestro ingreso al tercero de los adolescentes. Y en las aborrecidas guardias de mil y una insulsas madrugadas, donde solo un amigo te acomoda el fusil cuando te estás durmiendo. Y pensar que hay salames que saben irse al mazo a la hora de hablar de tu tema y mi tema, bravo amigo del alma. Yo los dejo, me callo. Sus propias experiencias han de haberlos marcado con resentidas mañas y no debo ser quien para poder juzgarlos. Pero cuando me abro al sereno cielo tachonado de estrellas de una noche en el campo, recreo a la distancia las queridas estampas de chicle pegajoso, de sincero aguante y de gomera al cuello, porque - como bien dijo alguna vez un catalán que conozco- "Dios y mi canto, saben a quienes nombro tanto."

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